domingo, 7 de febrero de 2010

LA INFANCIA DE PANTAGRUEL


Según los antiguos historiógrafos y poe¬tas, son muchos en este mundo los que han nacido de maneras bien extrañas, que serían muy largas de contar; leed el séptimo libro de Plinio si tenéis tiempo; pero entre ellas no encontraréis seguramente ninguna tan maravillosa como la de Pantagruel, pues es difícil creer lo que creció en poco tiempo.

No tiene importancia lo de Hércules, cuando estando en la cuna mató las dos serpientes, porque éstas podían ser débiles y frágiles; Pantagruel, estando todavía en la cuna, hizo cosas verdaderamente admirables. No quiero decir a este tenor que se sorbía en cada uno de sus tentempiés la leche de 'Cuatro mil seiscientas vacas, ni que para hacerle una gran pala a modo de cuchara para sus sopas fueron empleados todos los paleros de Saulmur en Anjou, de Villedieu en Normandía y de Bramont en Lorena y su sopa se hizo en una enorme campana que todavía existe en Bourges, cerca del palacio; los dientes del muchacho eran ya tan fuertes y crecidos, que mordió un buen pedazo de dicha campana, como todavía puede comprobarse.

Un día por la mañana, cuando le quisieron hacer mamar de una de sus vacas (porque según la historia nunca tuvo otras nodrizas), se desligó de los que le tenían en la cuna, cogió la vaca por entre las patas delanteras y le comió las dos tetas y la mitad del vientre con la asadura y los riñones, y la hubiera devorado por completo si ella no hubiese gritado horriblemente como si los lobos la tuvieran entre sus garras; al ruido acudieron todos y retiraron de Pantagruel la vaca, pero no pudieron hacerlo sin dejar en su poder una de las patas que tenía fuertemente agarrada y se la comió, como vosotros os comeríais una salchicha; qui¬sieron quitarle el hueso y lo apresaba y lo masticaba como un cuervo marino haría con un diminuto pescado. Después comenzó a decir: 'Bien, bien, bien, porque todavía no hablaba con perfección, queriendo dar a entender que le había gustado mucho y que en lo sucesivo no le dieran otra cosa. Viendo esto los que le rodeaban, lo ataron con cables tan gruesos como las amarras de los barcos.

Cierto día, un oso enorme que criaba su padre se escapó y vino a lamerle el rostro, porque las niñeras no le habían limpiado bien las babas; entonces se desasió de los cables con tanta facilidad como Sansón de entre los filisteos, cogió al señor oso, lo hizo pedazos como si fuera un pollo y se lo almorzó en salsa. Alarmado Gargantúa y temeroso de que le sucediera una desgracia, hizo forjar cuatro gruesas cadenas para sujetarlo y colocar en la cuna cabestrantes bien fuertes. De estas gruesas cadenas de hierro, había una en La Rochela entre las dos torres del puerto; otra está en Lyon; otra en Angiers y la otra se la llevaron los diablos para Lucifer que se desencadenó en aquel tiempo a causa de un cólico que le atormentó extraordinariamente por haberse comido el alma de un preceptor en guisado para desayuno.

De aquí se deduce que podéis creer muy bien l0 que dice Nicolás de Lyra en aquel pasaje del salterio en donde escribe: El Og regem Basan y cuenta que el rey Og cuando niño era tan fuerte y robusto que hubo necesidad de liarlo con cadenas a su cuna y así permaneció tranquilo y seguro, porque no podía romperlas, dado que le impedían mover sus brazos
.
Pero, he aquí que llega un día de gran fiesta en el que Gargantúa, su padre, obsequia con un gran banquete a todos los príncipes de su corte. Tan ocupados estaban todos en el servicio del festín, que nadie se cuidó de Pantagruel y por este motivo permaneci6 a reculorum. ¿ Qué hizo? ¿ Qué hizo, amigos míos? Escuchad: Probó a romper las cadenas con los brazos, pero no pudo porque eran muy fuertes; entonces pataleó tanto que rompi6 la tabla posterior de la cuna, que era un grueso poste de siete palmos cuadrados; cuando tuvo fuera los pies, se estiró10 mejor que pudo hasta tocar tierra; entonces con gran vigor se levantó llevando la cuna a la espalda y liado de forma que parecía una gran tortuga subiendo por una muralla; al verlo creyeron que era una enorme carreta de quinientas toneladas.


En esta forma entró en la sala del banquete, asustando a la concurrencia; pero como tenía sujetos los brazos, no podía coger nada para llevárselo a la boca, por lo que con gran pena se inclinó para coger con la lengua alguna golosina.

Al verlo su padre, se acordó de que no le habían dado de comer, y aconsejado por los príncipes y señores allí presentes ordenó que le quitaran las cadenas; además dijeron los médicos de Gargantúa que, si se le tenía así en la cuna, estaría toda su vida sujeto al mal de piedra.

Una vez desencadenado le hizo sentar y comió fuertemente; después hizo su cuna cinco mil tres pedazos de un puñetazo que le dio en medio, con gran despecho y entre protestas de no volver a ella.


RABELAIS Gargantúa y Pantagruel

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