martes, 17 de noviembre de 2009

LA ILIADA Y LA ODISEA DE HOMERO


LITERATURA GRIEGA

El pueblo griego creó una de las culturas más importantes que han existido, y, sin duda,
la de mayor influencia en la cultura occidental. La literatura griega y la latina, son,
por excelencia, las literaturas clásicas, imitadas posteriormente como norma y modelo

y de las que proceden los principios conceptuales y estéticos que presiden
las demás literaturas europeas. La literatura de la antigua Grecia, cuya principal fuente de inspiración es la mitología, se suele dividir
en cuatro grandes épocas: arcaica, clásica, alejandrina o helenística y bizantina.


ÉPOCA ARCAICA. HOMERO


La época arcaica de la literatura griega abarca desde los orígenes de la misma, hacia los siglos IX-VIII a. de C, hasta las guerras médicas (comienzos del siglo V a. de C.).

Sobre las primeras creaciones literarias, surgidas en la re­gión de Jonia, se tienen escasas noticias, aunque se supo­ne la existencia de poemas narrativos de asunto heroico o mítico que eran recitados por los rapsodas en las plazas públicas.

De este período prehomérico se conocen por citas y re­ferencias una serie de nombres, muchos asociados a le­yendas mitológicas (Orfeo, Museo, Melisandro, etc.), que debieron de componer himnos religiosos y poemas de carácter épico.


En general, sus temas están tomados del tesoro de leyen­das y de tradiciones mitológicas que desde tiempo inme­morial conservaba el pueblo griego, un enorme caudal de ficciones vinculadas a creencias o símbolos religiosos y ambientadas en un mundo y una época ideales en la que los dioses y los héroes poblaban la tierra y sentían y sufrían como los simples mortales. Los poetas, además, creen estar inspirados por las Musas, hijas de Zeus y Mne­mosine, símbolo y personificación de la memoria.

La creación de la epopeya griega va unida al nombre de Homero, autor de la ílíada y la Odisea, escritas hacia el siglo VIII a. de C. •• DESTACAMOS. Nada seguro se sabe so­bre la vida de Homero. Fue jonio, es probable que naciera en Esmirna, se supone que vivió hacia el siglo IX u VIII a. de C. y, según una vieja tradición, era ciego, tal vez un aedo o rapsoda que recorría Grecia recitando las tradiciones ora­les sobre la guerra de Troya. Tanto la IIíada (15.693 versos hexámetros) como la Odisea (12.110 hexámetros) están inspiradas en la leyenda de la guerra de Troya.

Las epopeyas griegas no fueron compuestas para la lec­tura, sino para su recitación en público. Además de los grandes héroes, intervienen en la acción diferentes dioses de la mitología. Presentados como simples mortales, con las mismas pasiones y defectos que los hombres, ayudan o perjudican a los protagonistas.

Contemporáneo de Homero es Hesíodo, autor de la Teogonía, poema de carácter filosófico y religioso en el que expone el origen del mundo y explica la genealogía de los dioses griegos, y Los trabajos y los días, de conteni­do didáctico y moralista, apología del trabajo y la vida del campo como fuente de placer.


lLíADA

Narra en 24 cantos o rapsodias algunos acontecimientos, del último año (el décimo) de la guerra que sostuvieron los griegos contra la ciudad de llión o Troya, en el Asia Me­nor. (En el origen de esta guerra contra la ciudad de Troya estuvo el rapto de la princesa griega Helena por parte de Paris, hijo del rey troyano Príamo.). El héroe griego Aqui­leo (Aquiles), enemistado con su jefe Agamenón, se nie­ga a continuar luchando, lo que permite a Héctor, el héroe troyano, vencer al ejército griego. Sin embargo, la muerte de Patroclo, amigo de Aquiles, hace que este vuelva de nuevo a pelear. Lleno de furia, persigue a Héctor hasta darle muerte. El poema termina con la entrega a Príamo, el viejo rey de Troya, del cadáver de su hijo Héctor y las honras fúnebres que los troyanos celebran en su honor.


ODISEA

Narra las peripecias y aventuras ocurridas a Ulises (en griego Odiseo, de ahí el título del libro) en el viaje de regreso a su reino de ítaca una vez terminada la guerra de Troya. En su palacio de ítaca es esperado en vano por su fiel esposa Penélope, asediada por numerosos pre­tendientes, a los que va dando largas con una astucia: les promete que elegirá marido cuando acabe de tejer una gran tela, que durante la noche deshace para volver a empezar al día siguiente. A la vez, su hijo Telémaco, marcha en busca de su padre. Y entretanto, Odiseo, que intenta regresar a ítaca, se enfrenta a los graves peligros que se interponen en su camino: tempestades, sirenas, la hechicera Circe, el gigante Polifemo (temible cíclope con un solo ojo en la frente), etc



ILIADA

RAPSODIA XIX

La Aurora, de azafranado velo, se levantaba de la corriente del Océano para llevar la luz a los dioses y a los hombres, cuando Tetis llegó a las naves con la armadura que Hefesto le había entregado. Halló al hijo querido reclinado sobre el cadáver de Patroclo, llorando ruidosamente, y en torno suyo a muchos amigos que derramaban lágrimas. [ .. .] Colocó en el suelo delante de Aquilea las labradas armas, y estas re­sonaron. A todos los mirmidones les sobrevino temblor; y sin atreverse a mirarlas de frente, huyeron espantados. Mas Aquilea, así que las vio, sintió que se le recrudecía la cólera; los ojos le centellearon terriblemente, como una llama, de­bajo de los párpados; y el héroe se gozaba teniendo en las manos el espléndido presente de la deidad. Y cuando hubo deleitado su ánimo con la contemplación de la armadura, dirigió a su madre estas aladas palabras:


AQUILEO: iMadre ma! El dios te ha dado unas armas como es natural que sean las obras de los inmortales y como nin­gún hombre mortal las hiciera, pero temo que mientras tanto penetren las moscas por las heridas que el bronce causó al esforzado hijo de Menetio, engendren gusanos, desfiguren el cuerpo y corrompan todo el cadáver.


Respondióle Tetis, la diosa de argénteos pies:


TETIS: Hijo, no te turbe el ánimo tal pensamiento. Yo procuraré apartar los importunos enjambres de moscas, que se ceban en la carne de los varones muertos en la guerra. Y aunque estuviera tendido un año entero, su cuerpo se conservaría igual que ahora. Tú convoca al ágora a los héroes aqueos, renuncia a la cólera contra Agamenón, pastor de pueblos, ármate en seguida para el combate y revístete de valor.


Dicho esto, infundióle fortaleza y audacia, y echó unas gotas de ambrosía y rojo néctar en la nariz de Patroclo, para que el cuerpo se hiciera incorruptible El divino Aquilea se enca­minó a la orilla del mar, y dando horribles voces, convocó a los héroes aqueos. Y cuantos solían quedarse en el recinto de las naves, y hasta los pilotos que las gobernaban y como despenseros distribuían los víveres, fueron entonces al ágo­ra; porque Aquilea se presentaba, después de haber perma­necido alejado del triste combate durante mucho tiempo. El intrépido Tidida y el divino Odiseo, servidores de Ares, acu­dieron cojeando, apoyándose en el arrimo de la lanza -aún no tenían curadas las graves heridas-, y se sentaron delante de todos. Agamenón, rey de hombres, llegó el último y tam­bién estaba herido, pues Coón Antenórida habíale clavado su broncínea pica durante la encarnizada lucha. Cuando to­dos los aqueos se hubieron congregado, levantándose entre ellos dijo Aquilea, el de los pies ligeros:


AQUILEO: iAtrida! Mejor hubiera sido para entrambos, para ti y para mí, continuar unidos que sostener roedora disputa por una joven. Así la hubiese muerto Ártemis en las naves con una de sus flechas, el mismo día que la cautivé al to­mar a Lirneso; y no habrían mordido el anchuroso suelo tantos aqueos como sucumbieron a manos del enemigo mientras duró mi cólera. Para Héctor y los troyanos fue el beneficio, y me figuro que los aqueos se acordarán lar­go tiempo de nuestra disputa. Mas dejemos lo pasado, aunque nos hallemos afligidos, puesto que es preciso re­frenar el furor del pecho. Desde ahora depongo la cólera, que no sería razonable estar siempre irritado.


HOMERO, llíoda(traducción de L. Segalá)




Tetis Madre de Aquiles, a quien logró hacer eternamente invulne­rable, excepto el talón, al bañarlo en las aguas de la laguna Estigia. mirmidones Pueblo de la antigua Grecia.
Menetio Se refiere a Patroclo.
aqueos Griegos.
Atrida Se refiere a Agamenón, hijo de Atreo.

a > Comenta cómo se describe el amanecer y los recursos literarios que se utilizan.
b » En el primer parlamento de Aquileo aparece una metonimia. Explica en qué consiste.
c> Explica lo que era el ágora en la antigua Grecia.
d » ¿Cómo consigue Tetis que el cuerpo de Patroclo se vuelva incorruptible? (Tienen alguna relación con los dioses los medios empleados para ello?






ELECTRA. SÓFOCLES

LA VENGANZA DE ELECTRA


ORESTES

¿ Qué pretendes de mí?

ELECTRA

Que me dejes hartarme del gozo de verte tras tanto de ausencia sufrir.

ORESTES

Pues, ¿a quién sino a ti ver deseo?


ELECTRA

Luego, ¿ Otorgas?

ORESTES

Y ¿cómo no?, ¡hermana!


ELECTRA

i Oh, amigas! Escucho -y tenía perdido de oír la esperanza-
su voz .,. , y ni ceso en mis iras ni prorrumpe en gritos mi garganta. Te tengo en mis brazos y tengo presente tu querida cara que ni ausencia ni tantos dolores del recuerdo pudieron borrar.

ORESTES

Pero me dejas de decir lo más importante, pues ni sé todavía de la mala mujer que me engendrara ni de cómo se alzó con la paterna herencia Egisto la cual dilapida;
y desaprovechamos la oportuna ocasión con charlar tanto. Dí en breve cómo conviene obrar, si dando el rostro o a mansalva, para parar los pasos a los que se nos ríen enemigos.

Cuida que cuando entremos en palacio no noten en tu cara el brillo alegre para que lloren en su error cegados; y, una vez que la suerte nos socorra, alegrarmos podremos en seguro.

ELFfTRA

Dispón, hermano; que lo que dispongas me será grato, que tu gusto siempre, no el mío pretendí; nada me alegra si no te es grato a ti; nada más bello que remar hoy con próspera fortuna.

Te diré, ¿cómo no?, cuanto aquí ocurre; Egisto no está en casa, pero en casa está la madre de quien no temas que en mi cara ha de ver brillar la risa; pues enojo tan grande en mí ha engendrado, que, aun viéndote a ti, no podrá el gozo secar el llanto, puesto que ella un día
me mató a ti a quien ahora veo vivo. Ansiando estoy que ejecutar me veas, pues tal pienso portarme que si el padre resucitado lo escuchase, verlo para creerlo necesitaría.
Traza tu plan y empieza, que yo oigo. i Ojalá que, si errásemos, mío solo fuese el error; yo alegre me salvara o con gesto gallardo moriríamos!


ORESTES

¡ Calla! Que siento por el atrio pasos de alguien que llega.


ELECTRA

Pues salid, amigas, con diferente comisión: las unas de que nadie se llegue a los palacios; las otras, de que nadie de ellos salga.


CORO

¿Por qué sales fuera?


ELECTRA

Porque no los sorprenda Egisto dentro.


CLITEMNESTRA

¡Ah! Sin ningún amigo
y llenos de asesinos estos techos ...


ELECTRA

¿Alguien, no lo escucháis? Ahí dentro grita.


CORO

Ya lo oigo, y de terror tiemblan mis miembros.


CLITEMNESTRA

¡Ay de mí, pobre, ay! Egisto, ¿no me oyes?

ELECTRA

¿La oís? Otra vez grita.

CLITEMNESTRA

iHijo, hijo!, tenednos compasión, ¡ soy tu madre!

ELECTRA

No ha de haberla,
como no la tendría el padre muerto.


CORO

i Oh, ciudad, oh familia desgraciada, día tras día por el sino adverso perseguida!


CLITEMNESTRA

Soy muerta!

ELECTRA

Da, secunda
el golpe si no es cierto.


CLITEMNESTRA

¡Aún otra vez!


ELECTRA

Esos son para Egisto.

CORO

Se cumplen vuestros ruegos.
Los muertos surgen y demandan sangre, y se abrevan en la de recién muertos
los en tiempos antiguos degollados.

Tintas en sangre las manos les veo
de las víctimas de Ares inmoladas ...
y sus crueldades a culpar no llego.



SÓFOCLES Electra

jueves, 12 de noviembre de 2009

LA REVUELTA DE JONIA .HERODOTO

Dos naciones tan distintas como Grecia y Persia no podían coexistir en paz. Los griegos se gobernaban a sí mismos; los persas obedecían a un solo señor, que tenía también bajo su mando infinidad de otros pueblos que no eran persas: fenicios, tracios, egipcios y anatólicos.


Después que Darío hubo subido al trono, vivía en Crotona un hábil médico llamado Democedes, el cual, por sus desventuras, fue a parar a Asia y cayó en manos del cruel sátrapa Orestes, que le maltrató y le cargó de cadenas. Cuando Darío hubo castigado a Orestes por la atrocidad cometida con Polícrates de Samos, al desmontar de su caballo cuando regresaba de Sardes se le torció un tobillo, y llamando a sus mé­dicos se puso en sus manos para que le curasen el daño que se había hecho. Pero los médicos no acertaron a aliviarle, sino que empeoraron sus sufrimientos, de tal modo que el intenso dolor no le dejaba dormir desde hacía ocho noches. Por fin, habiendo llegado a oídos del rey que entre los esclavos capturados a Orestes había un médico griego, mandó que compareciese en su presencia y le interrogó sobre su arte. Democedes, que sólo deseaba volver a su patria, Crotona., quiso disimular que era médico; pero Darío le amenazó con el tormento si no hablaba con franqueza, y entonces Democedes no tuvo más remedio que confesar que aquélla era, en efecto, su profesión; y curó a Darío en menos de una semana, salvándole de la cojera y haciendo cesar por completo sus dolores.

Darío, agradecido al médico heleno, le libertó de sus cadenas, le regaló un gran palacio y le tenía siempre como invitado de honor a su mesa. Pero no quiso escuchar los ruegos de Democedes, que siempre le pedía que le dejase regresar a su amada ciudad de Crotona. Cierto día la propia esposa del rey, Atosa, se puso enferma de un tumor que le salió en el pecho. La reina lo disimulaba al principio, por vergüenza; pero cuando el mal hubo aumentado hasta el extremo de hacerse insoportable, se lo dijo a su esposo y a Democedes, que quiso servirse de aquella circunstancia para planear su regreso a Crotona. Concibiendo un astuto plan, se lo comunicó secretamente a la reina y le dijo que si ella quería ayudarle en preparar su fuga, él la curaría. Atosa consintió en ello. Democedes puso manos a la obra y la reina no tardó en en­contrarse del todo sana del tumor que la atormentaba.

Cuando hacía ya unas semanas que se encontraba bien comenzó Atosa a decir a Darío, como si expresase un capricho de mujer:

-Esposo mío, hace tiempo que no has emprendido ninguna hazaña digna de tu gloria. Ahora estás en la flor de la juventud y tienes en tu mano los ejércitos de toda el Asia.¿ Qué te impide conquistar el resto del mundo?

-Precisamente -respondió Darío- parece que has leído en mi pensamiento, pues estoy preparando desde hace algún tiempo una expedición contra la tierra de los escitas.

-Medítalo antes, señor -respondió Atosa-, y deja en paz por ahora a esos bárbaros, que no son primicias dignas de tus armas. Hay en el mundo un pueblo mucho más esclarecido y famoso: el griego, cuya fama llega hasta los confines del Océano. Siempre que se habla de él oigo decir tales cosas que me maravillo, y daría todos mis bienes por verme, .. rodeada aquí de doncellas argivas, laconias y atenienses que fueran mis esclavas. Y parece que los dioses disponen que sea así, porque con ese griego que te sirve, Democedes, te han traído el hombre más apto para informarte de los puntos débiles del país si le envías a un viaje de exploración en compañía de otros vasallos tuyos. Creo que con él podrías pro­porcionarte un excelente explorador antes de atacar a Grecia.

No le costó mucho al rey dejarse convencer por las razones de su esposa, pues si deseaba someter a los escitas, deseaba mucho más enseñorearse un día de los griegos. y sin presentir el engaño que se le tendía mandó llamar en el acto a Democedes y le dio instrucciones para que hiciera un Viaje de exploración por toda Grecia, cargándole, además, de inmensos regalos destinados a su familia en Crotona.

Democedes, loco de contento al ver el buen éxito de su plan, gracias a la ayuda de Atosa, se puso en camino en compañía de quince persas, oficiales del ejército, que le acompañaban para informarse de las cosas de la Hélade. Navegaron por toda la costa del mar Egeo, después pasaron al Adriático y de allí a Italia, sacando los planos de sus costas, sin dejar de anotar nada por escrito. Así llegaron por fin a Tarento, donde reinaba un monarca llamado Aristofilides, a quien Democedes logró fácilmente sobornar, diciéndole que quitase los timones a las naves de los persas y los encarcelase por espías. Mientras se hacía esta emboscada a la tripulación, Democedes tomó el camino de su amada Crotona y llegó a ella. Pero Aristofilides, cuando el otro estuvo ausente, libertó a los persas y les devolvió los timones de sus naves.

Los espías se hicieron a la vela en se­guimiento de Democedes, y llegando a Cro­tona le hallaron paseándose por la plaza pública. Entonces se le echaron encima y quisieron amarrarle, pero los crotoniatas acudieron en defensa de su conciudadano, sin hacer caso de las amenazas de los persas, que les decían: "¡Vosotros seréis los primeros a quienes atacará Darío cuando marche contra Grecia.!". Pero no les valió, y tuvieron que embarcarse de nuevo hacia Persia, no sin haberles encargado antes Democedes este recado para Darío:

-Decid al Gran Rey que me perdone. Voy a casar a mi hija con el atleta Milón; el luchador a quien él tanto aprecia. Los dos amamos el mismo deporte y somos partidarios del gran Milón; así sé que fácilmente me perdonará.

Pero Darío no olvidó el engaño de Demo­cedes. Estas y otras muchas cosas iban enfureciendo poco a poco al rey de Persia contra los helenos.

HERODOTO Historias

ORESTES. EURÍPIDES

ORESTES,
JUGUETE DE LOS DIOSES


MENELAO.-¡Oh dioses! ¿Qué veo? ¿Es un muerto el que veo?
ORESTES. - Verdad dices. Ya no vivo, en efecto, a causa de mis males, aunque veo la luz.
MENELAO. - ¡Qué manchada y desgreñada está tu cabellera, oh desdichado!
ORESTES. - No es mi apariencia, sino que son mis acciones las que me atormentan.
MENELAO. - i Con qué ojos tan horribles miras bajo tus párpados enjutos!
ORESTES. - Mi cuerpo se ha desvanecido; pero me queda el nombre que me pusieron.
MENELAO. - i Oh, cuán desfigurado me pa­reces, contra lo que esperaba!
ORESTES. - Soy el asesino de mi desventurada madre.
MENELAO. - Ya lo sé. Prescinde de contar esa desgracia.
ORESTES. - Prescindo; pero el demonio es pródigo conmigo en males.
MENELAO. - ¿ Qué te sucede? ¿Qué mal te atormenta?
ORESTES. - La conciencia, por la cual com­prendo que he cometido una acción horrible.
MENELAO. - ¿ Qué dices? De sabios es hablar con claridad y no de una manera oscura.
ORESTES. - Me consume una grandísima tristeza.

MENELAO. - Se trata de una divinidad terrible, pero exorable.
ORESTES. - Y los furores vengadores de la sangre de mi madre.
MENELAO. - ¿ Cuándo comenzaste a ponerte furioso? ¿ Qué día?
ORESTES. - Desde el día en que abrumé con un montículo de tierra a mi desdichada madre.
MENELAO. - ¿Estabas en la morada o junto a la pira?

ORESTES. - Era de noche, y velaba para recoger sus huesos.
MENELAO. ~ ¿Había allí alguien para sostener tu cuerpo?
ORESTES. - Pílades, que había cometido conmigo el asesinato sangriento de mi madre.
MENELAO. - ¿ Qué espectros te atormen­tan?
ORESTES. - Me parece ver a tres doncellas semejantes a la Noche.
MENELAO.-¡Ya sé de quiénes hablas, pero no quiero nombrarlas!
ORESTES. - En efecto, son sagradas, y haces bien en evitar el nombrarlas.
MENELAO. - ¿ Te atormentan a causa del asesinato de tu madre?
ORESTES. - Es la persecución la que me atormenta miserablemente.
MENELAO. - No es injusto que los que han cometido acciones terribles sufran penas terribles.

ORESTES. - Pero tengo una disculpa en esta desgracia ...
MENELAO. - No hables de la muerte de tu padre, porque eso no sería una razón justa.
ORESTES. - Febo es quien me ha ordenado llevar a cabo el asesinato de mi madre.
MENELAO. - ¿Acaso no conoce lo honrado ni lo justo?
ORESTES. - Estamos sometidos a los dioses, cualesquiera que los dioses sean.
MENELAO. - Y después de eso, ¿no te socorre Loxias en tus males?
ORESTES. - Está esperando; los dioses son así
MENELAO. - ¿ Cuánto tiempo hace que expiró tu madre?
ORESTES. - Hoy hace seis días. Todavía está caliente la pira sepulcral.
MENELAO. - ¡ Diligentes han sido las diosas para reclamarte la sangre de tu madre!
ORESTES: - Para los que amo he sido un amigo inhábil, pero sincero.
MENELAO. - ¿De qué te ha servido haber vengado a tu padre?
ORESTES. - De nada todavía; pero creo que esperar es estar inactivo.
MENE[AO. - ¿ Y qué sienten por ti los ciudadanos desde que has hecho eso?
ORESTES. - Les soy odioso, hasta el punto de que no me hablan.

MENELAO.-¿No te has purificado de esa sangre las manos, con arreglo a las leyes?
ORESTES. - Me echan de las moradas adonde me acerco.
MENELAO. - ¿ Qué ciudadanos son los que quieren echarte de esta tierra?
ORESTES.-Ayax, que imputa a mi padre un crimen ante Troya.
MENELAO. - Ya comprendo: te castigan por la muerte de Palamedes.
ORESTES. - No tuve parte en ella, y sin embargo estoy irrevocablemente perdido.
MENELAO. - ¿ Qué otro más? ¿Alguno entre los amigos de Egisto?
ORESTES. - Estos me abruman a ultrajes, y la ciudad les obedece ahora.
MENELAO. - ¿ Te permite la ciudad que lleves el cetro de Agamenón?
ORESTES. - ¿Cómo, si ni siquiera me permiten vivir?
MENELAO. - ¿ Qué hacen? ¿Me lo puedes decir con certeza?
ORESTES. - Hoy se dictará una sentencia contra mí.
MENELAO. - ¿ Serás desterrado, condenado a muerte, o no?
ORESTES. - Seré condenado a muerte, lapidado por los ciudadanos.
EURÍPIDES Orestes. (Traducción en prosa.)

martes, 10 de noviembre de 2009

BEATUS ILLE...HORACIO

Feliz el que, alejado de los negocios
como en remoto tiempo los mortales,
paternos campos con sus bueyes ara
y no rinde a la usura vasallaje;
ni le despiertan los clarines belicos
ni teme airados mares,
y evita igual del Foro las intrigas
que del rico soberbio los umbrales.

Ya de la vid los vástagos crecidos
enlaza al tronco de los altos árboles,
viendo vagar sus vacas mugidoras
`por el angosto valle;
ya corta con la hoz ramas estériles
e injerta las feraces,
o esquila mansa oveja o guarda en ánforas
las mieles que exprimió de sus panales.

Si otoño sobre el campo alza la frente
orlada de sus frutos más suaves,
¡cómo goza en coger la pera injerta
y uvas como la púrpura brillantes,
quee ofrece luego a Príapo y Silvano
porque celosos la heredad le guarden!
Igual se tiende bajo añosa encina
que las gramas tenaces;
y corre en tanto el agua por las rocas
y se arrullan las aves,
y perdido en la fronda invita al sueño
el rumor de los frescos hontanares.

Más si entre nieves y chubascos lllega
el invierno de Júpiter tonante,
goza en matar al jabalí cerdoso,
empujado a las mallas por sus canes,
o con ligera horquilla tiende redes
a los tordos voraces,
o cogen lazo (y son botín jocundo)
asustadiza liebre o grulla errante.
¿Quién con esto no olvida las querellas
de amor y sus pesares?...


¡Y qué ventura si la honrada esposa
cuidado de hijos y de hogar comparte,
cual la mujer Sabina o la de Apulia
tostada por el sol y por el aire;
si ella con secos leños
aviva el fuego, al declinar la tarde,
para el marido que rendido vuelve
del campo a sus Penates;
o si recoge el triscador rebaño
en el redil que con malezas hace,
y ordeña allí las distendidas ubres;
o bien si saca del tonel fragante
vino dulce del año, y adereza
no comprados manjares!...

No me agradará más la ostra Lucrina
ni el escaro ni el rombo si a estos mares
los trajesen tormentas provocadas
por vientos de Levante;
ni la gallina Númida
ni el Jonio francolín más me gustasen
que la verde aceituna
cogida en mis copiosos olivares,
o la acedera , amiga de los prados,
o malvas, al enfermo saludables,
o la blanda cordera que se inmola
en fiestas Terminales
o el cabrito arrancado
de el fiero lobo a las hambrientas fauces.

Entre tales festines
¡cómo al rústico place
ver regresar a casa sus ovejas
con prisa de acercarse;
ver n el cuello de cansinos bueyes
el arado invertido y rastreante;
y, sentados en torno a la fogata
que hace brillar los Lares,
los esclavos humildes,
que, si la casa es rica, son enjambre.

Hablando así, el usurero Alfio,
dispuesto a hacerse labrador a escape,
recogió por los Idus su dinero;
más...volvió en las Calendas a prestarle.











ODA A LA VIDA RETIRADA. FRAY LUÍS DE LEÓN

» El poeta español del siglo XVI Fray Luis de León escribió una oda A la vida retirada que está clara­mente inspirada en el Beatus iIIe de Horacio. Lee un fragmento de esta oda y compárala con el poe­ma de Horacio ..



iQué descansada vida

la del que huye el mundanal rüido, y sigue la escondida

senda por donde han ido

5 los pocos sabios que en el mundo han sido;

[ ... ]


Un no rompido sueño,

un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo

10 de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves

con su cantar sabroso no aprendido; no los cuidados graves

de que es siempre seguido

15 el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,

gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo,

libre de amor, de celo,

de odio, de esperanzas, de recelo [ ... ]







A mí una pobrecilla

mesa, de amable paz bien abastada, me basta; y la vajilla

de fino oro labrada,

sea de quien la mar no teme airada.

y mientras miserable-

mente se están los otros abrasando con sed insaciable

del peligroso mando,

35 tendido yo a la sombra esté cantando;

a la sombra tendido,

de hiedra y lauro coronado, puesto el atento oído

al son dulce, acordado,

40 del plectro sabiamente meneado.

(Traducción de Eutimio Martina)



20






30

a la sombra tendido,

de hiedra y lauro coronado, puesto el atento oído

al son dulce, acordado,

40 del plectro sabiamente meneado.

(Traducción de Eutimio Martina)

TEMA 2. LAS NUBES. ARISTÓFANES

ESOS CHARLATANES, LLAMADOS SOFISTAS

SÓCRATES Ellas son las únicas diosas. Todo lo

demás es pura ficción.

ESTREPSÍADES. - Pero entonces dime, por la sagrada Tierra: ¿Zeus Olímpico no es dios?

SÓCRATES.- ¿Zeus? ... Tú bromeas. No existe Zeus.


ESTREPSÍADES. - ¿Cómo puede ser eso?

¿ Quién hace llover? Demuéstrame primero quién hace llover.

SÓCRATES.-Ellas. y te lo razonaré. ¿Has visto alguna vez que .Zeus haga llover sin nubes? Si fuese él, despejaría el cielo y dejaría caer el agua después de haber disipado las nubes.

ESTREPSÍADES. - En efecto. Me has conven­cido. Y yo que creía antes que para hacer llover Zeus orinaba en una criba ... Pero responde a esto otro;

¿ quién produce el trueno?

SÓCRA TES. - Las nubes cuando se revuelven

sobre ellas mismas. Así lo explica Epicuro.

ESTREPSÍADES. - ¿ y de qué manera?

SÓCRA TES.-Cuando están muy llenas de agua se ponen en movimiento arrastradas por su propio peso y al caer entrechocan y se rompen con estrépito.

ESTREPSÍADES. - Pero ¿no las empuja Zeus? SÓCRA TES. - No, las empuja el Torbellino Etéreo.


ESTREPSÍADES. - Zeus no existe, pero reina en su puesto el Torbellino. Bien. Pero ¿y el fragor de los truenos?


S ÓCRA TES. - ¿ N o me lo has oído decir antes?

Es a causa de la densidad de las nubes. ~STREPSÍADES. - ¿ Cómo voy a creer eso?

S OCRA TES. - ¿ Qué te pasa a ti cuando comes con exceso en las fiestas en honor de Palas? ..

ESTREPSÍADES. - Que s,e revuelven las tripas y que rugen y estallan. Primero, con un ruido pequeño: pax, luego pa-pax; en seguida, pappapax, y después, pappapapax ... Sí, es verdad, truenos y tormentas lo mismo que las nubes.

SÓCRATES. - Pues si tu vientre produce esos ruidos, ¿cómo va a ser inverosímil que el aire inmenso se agite con estruendoso fragor?

ESTREPSÍADES.-¿ y el rayo? ... ¿No lo lanza Zeus contra los perjuros?

SÓCRATES. - j Pobre tonto! Si el rayo fulminara a los perjuros, ¿cómo no están abrasados todos los que tú y yo conocemos? ... Sin embargo, vemos que el rayo cae sobre el propio templo de Zeus y sobre las encinas. Y una encina jamás es perjura.

ESTREPSÍADES. - j Qué bien discurres!. ..

Pero ¿ qué es el rayo?

SÓCRA TES.-Cuando el viento seco se eleva y se encierra dentro de las nubes, las hincha como si fueran una vejiga. Después, cuando su misma fuerza las revienta, se escapa violentamente comprimido


por su densidad yel ímpetu terrible con que estalla le prende fuego.

ESTREPSÍADES. - Es verdad, lo mismo me sucedió a mí en las fiestas de Zeus : Asaba para mi familia un vientre sin haberle hecho incisiones y se hinchó y reventó por el medio y me saltó a los ojos, quemándome la cara. Un verdadero rayo.

SÓCRA TES. - Bien. Dime ahora qué carácter tienes para que una vez conocido pueda tomar posiciones.

ESTREPSÍADES. - ¿Es que vas a asaltarme como si fuera una muralla?

SÓCRA TES. - Sólo quiero hacerte unas pre­guntas. ¿ Tienes memoria?

ESTREPSÍADES. - Sí, por cierto. Y de dos clases.

Si me deben, la tengo excelente; pero si debo, la tengo fatal.

SÓCRA TES. - ¿Posees disposición para la elocuencia?

ESTREPSÍADES. - Si se trata de engañar a

alguien ...

SÓCRA TES.-No sé cómo vas a aprender. ESTREPSÍADES. - Perfectamente. No te preo-

cupes.

SÓCRA TES. Voy a proponerte alguna cuestión sobre las cosas celestes para que te apoderes de ella inmediatamente.

ESTREPSÍADES. - ¿Es preciso atrapar la sa­biduría como un perro arrebata un hueso?

SÓCRA TES. - Qué bárbaro y qué ignorante eres ... Vas a necesitar algún correctivo. ¿ Qué haces cuando alguno te apalea?



ESTREPSÍADES. - Me dejo apalear. Después tomo testigos. Y en seguida ejerzo mi acción ante el tribunal.

SÓCRA TES.-Bueno ... Quítate esa ropa. ESTREPSÍADES. - ¿Para qué?

SÓCRA TES. - Para que de ahora en adelante vayas vestido como uno de nosotros, sin nada de eso que llevas.

ESTREPSÍADES. - No quiero.

SÓCRATES.-Me estás haciendo perder la paciencia, necio!

ESTREPSÍADES. - Escúchame: si soy muy

aplicado y estudio mucho, ¿a cuál de tus discípulos me pareceré?

SÓCRATES. - Serás semejante a Querefón. ESTREPSÍADES. - ¿El que tenía pulgas que saltaban a tu calva? ... No, yo no quiero tener pulgas ni tener unas cejas tan grandes como Querefón.

SÓCRATES. - Basta de conversación inútil y entra.

ESTREPSÍADES. - ¡Ay de mí! Estoy muerto de miedo.

SÓCRA TES. - Entra, entra ya de una vez.


ARISTÓFANES Las nubes (Adaptación)


























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