martes, 10 de noviembre de 2009

BEATUS ILLE...HORACIO

Feliz el que, alejado de los negocios
como en remoto tiempo los mortales,
paternos campos con sus bueyes ara
y no rinde a la usura vasallaje;
ni le despiertan los clarines belicos
ni teme airados mares,
y evita igual del Foro las intrigas
que del rico soberbio los umbrales.

Ya de la vid los vástagos crecidos
enlaza al tronco de los altos árboles,
viendo vagar sus vacas mugidoras
`por el angosto valle;
ya corta con la hoz ramas estériles
e injerta las feraces,
o esquila mansa oveja o guarda en ánforas
las mieles que exprimió de sus panales.

Si otoño sobre el campo alza la frente
orlada de sus frutos más suaves,
¡cómo goza en coger la pera injerta
y uvas como la púrpura brillantes,
quee ofrece luego a Príapo y Silvano
porque celosos la heredad le guarden!
Igual se tiende bajo añosa encina
que las gramas tenaces;
y corre en tanto el agua por las rocas
y se arrullan las aves,
y perdido en la fronda invita al sueño
el rumor de los frescos hontanares.

Más si entre nieves y chubascos lllega
el invierno de Júpiter tonante,
goza en matar al jabalí cerdoso,
empujado a las mallas por sus canes,
o con ligera horquilla tiende redes
a los tordos voraces,
o cogen lazo (y son botín jocundo)
asustadiza liebre o grulla errante.
¿Quién con esto no olvida las querellas
de amor y sus pesares?...


¡Y qué ventura si la honrada esposa
cuidado de hijos y de hogar comparte,
cual la mujer Sabina o la de Apulia
tostada por el sol y por el aire;
si ella con secos leños
aviva el fuego, al declinar la tarde,
para el marido que rendido vuelve
del campo a sus Penates;
o si recoge el triscador rebaño
en el redil que con malezas hace,
y ordeña allí las distendidas ubres;
o bien si saca del tonel fragante
vino dulce del año, y adereza
no comprados manjares!...

No me agradará más la ostra Lucrina
ni el escaro ni el rombo si a estos mares
los trajesen tormentas provocadas
por vientos de Levante;
ni la gallina Númida
ni el Jonio francolín más me gustasen
que la verde aceituna
cogida en mis copiosos olivares,
o la acedera , amiga de los prados,
o malvas, al enfermo saludables,
o la blanda cordera que se inmola
en fiestas Terminales
o el cabrito arrancado
de el fiero lobo a las hambrientas fauces.

Entre tales festines
¡cómo al rústico place
ver regresar a casa sus ovejas
con prisa de acercarse;
ver n el cuello de cansinos bueyes
el arado invertido y rastreante;
y, sentados en torno a la fogata
que hace brillar los Lares,
los esclavos humildes,
que, si la casa es rica, son enjambre.

Hablando así, el usurero Alfio,
dispuesto a hacerse labrador a escape,
recogió por los Idus su dinero;
más...volvió en las Calendas a prestarle.











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